Roberto Rodríguez Andrés es profesor y doctor en Periodismo, consultor de comunicación política electoral y de crisis y socio de MAS Consulting.
En el ámbito político, ha trabajado durante casi ocho años como Director Adjunto de Comunicación en los ministerios de Sanidad y Consumo y de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España y también como Jefe de Prensa en la Consejería de Educación, Cultura, Juventud y Deportes del Gobierno de La Rioja.
Acaba de publicar su libro La persuasión política: claves para mejorar la comunicación entre la clase política y la ciudadanía en tiempos de desafección (Centro de Investigaciones Sociológicas), fruto de más de 25 años de investigación y de observación empírica. En él, trata de combinar, de una manera sistemática, los aspectos, tanto teóricos como prácticos, de la persuasión y de la comunicación política.
- En el libro abordas el concepto de la persuasión política. Sin desgranarnos por completo el resultado de la investigación, ¿podrías adelantarnos una breve definición de este término?
El concepto de persuasión, tal como explico en el libro, enlaza con una visión de la comunicación política que aúna la eficacia con la ética, procurando así una mejor relación entre políticos y ciudadanos y, con ello, un reforzamiento de las democracias, algo especialmente importante hoy día. La persuasión es un tipo de comunicación en la que tenemos el objetivo de influir sobre los ciudadanos para que nos apoyen y nos voten, pero no a cualquier precio. Debe ser una mezcla de razón y emoción (y no solo algo irracional, como a veces ocurre), sin ningún tipo de coacción o de instigamiento al odio al adversario, respetando la libertad de los ciudadanos y permitiendo y favoreciendo su participación e implicación en el proceso político y, por supuesto, sin mentir. Y eso es lo que la diferencia de otros fenómenos como la seducción, la coacción o la manipulación, que, desgraciadamente, han estado a veces más presentes en la comunicación política que la propia persuasión y ello nos ha conducido a problemas tan graves como la creciente polarización y crispación en la política, los hiperliderazgos y populismos y la desafección ciudadana hacia los políticos.
- En tu escrito afirmas que “política y comunicación están estrechamente unidas”. ¿Qué pasos se deben seguir para llevar a cabo campañas de comunicación exitosas?
No hay buen político que no sea buen comunicador. Por tanto, los políticos deben comprender que la comunicación es clave para su trabajo, porque, además, permite ciudadanos mejor informados y, con ello, más libres a la hora de tomar decisiones. Pero debe ser una comunicación entendida también como servicio público y no simplemente como propaganda, algo que se ha puesto de relevancia, por ejemplo, en estas épocas de pandemia. Por supuesto que tenemos que vender nuestros éxitos, pero la búsqueda de imagen no puede supeditarlo todo. Y a veces, en política, hemos estado más pendientes de la comunicación, de la imagen, de los gestos, que de la propia acción política, sobredimensionando su papel.
- ¿Es la comunicación política una práctica persuasiva?
Eso es lo que debería ser. Soy consciente de que, a veces, la palabra “persuasión” tiene una connotación negativa, pero no debería ser así, porque es un concepto que nos trae lo mejor de la comunicación política, es decir, tratar de ser eficaces a la hora de influir sobre los ciudadanos, pero respetando la ética. Lamentablemente, la forma en la que se ha desarrollado la comunicación política en las últimas décadas nos ha alejado de este concepto de persuasión y, a veces, esta comunicación ha sido más seducción o manipulación que persuasión.
- ¿Cómo ves el futuro de la comunicación y la persuasión política?
A pesar de todo, soy optimista. Como en cualquier otro campo, hemos podido cometer errores, pero lo importante es que los propios especialistas en comunicación política, tanto académicos como profesionales, seamos capaces de reflexionar acerca de esos errores y de las repercusiones que hayan podido tener y nos comprometamos a solucionarlos. Como he dicho ya varias veces, es posible una comunicación política efectiva y ética al mismo tiempo. Ese es el reto porque, si vamos por este camino, creo que podremos contribuir a solucionar los problemas y a mejorar las democracias.