Los discursos políticos son, junto con la oratoria de los políticos, una de las formas de comunicación más extendidas entre la política y los ciudadanos. Un buen o mal discurso puede acaparar portadas y conversaciones entre los votantes y, por tanto, conocer las herramientas y técnicas para crearlo es una de las tareas que consultores y speechwriters (logógrafos en español) intentan dominar desde tiempos de Cicerón.

En el Postgrado de Dirección de Campañas Electorales de MAS Consulting y la Universidad Pontificia Comillas, David Redoli, ex-asesor de la Vicepresidenta Primera del Gobierno de España (2007-2010), ex-director de gabinete del Consejo de Seguridad Nuclear (2010-2013) y actual miembro del Consejo Directivo de la Asociación de Comunicación Política (ACOP), explicará los elementos de un buen discurso y algunos trucos y técnicas para conseguirlo.

Para conocer algunas de las ideas que expondrá en su sesión del PDC, David Redoli ha respondido a varias preguntas sobre la historia, elementos y objetivos de un buen discurso político.

¿Cuáles son los elementos del discurso político ideal?

Vivimos en una “mediocracia”: el sistema político opera por y para los ciudadanos, pero lo hace a través de los medios de comunicación y de las redes sociales. Los actores políticos, las instituciones y los medios de comunicación ejercen una notable influencia los unos sobre los otros (son muy interdependientes). En consecuencia, los representantes políticos prestan cada vez más atención a las exigencias de los medios y aprenden sus reglas de juego y, viceversa, los medios participan, cada vez más directamente, en las lides y en las lógicas de la contienda política. De esta manera, los mensajes políticos tienen que tener, necesariamente, un componente mediático.  Teniendo en cuenta este contexto, aunque se ha escrito mucho sobre cómo elaborar buenos discursos públicos y las técnicas hay que utilizar para redactarlos exitosamente, yo las sintetizaría en dos: un buen uso de los elementos emocionales y un sólido armazón de los elementos racionales y argumentales de las ideas políticas. Esto implica tener un buen dominio sobre tres cuestiones clave para la calidad de los discursos públicos: los marcos, los mitos y las metáforas.

El discurso que te hubiera gustado escribir.

No me atrevería a señalar un único discurso favorito. Hay muchos ejemplos de grandes discursos, bien adaptados a su contexto y a su momento histórico. Más que de un discurso concreto, hablaría de los líderes para los que me hubiera gustado trabajar, como, por ejemplo, Churchill, Adolfo Suárez, Felipe González, Clinton y Obama.

El líder actual con mejor «oratoria» o discurso.

La respuesta es recurrente: Barak Obama. Porque demuestra un gran respeto por las técnicas de la comunicación política y porque se nota que conoce bien (y usa mejor) la importancia de la herramienta privilegiada de comunicación llamada “discurso político”.

¿Un buen orador nace o se hace?

La respuesta ya nos la dieron los clásicos. Si leemos, por ejemplo, los escritos de los hermanos Quinto y Marco Tulio Cicerón (siglo I antes de Cristo) veremos que ya aleccionaban sobre la posibilidad de aprender y de mejorar la oratoria. Es decir, aunque haya cualidades naturales innatas para la oratoria es, en esencia, una técnica o un conjunto de técnicas que pueden aprenderse y perfeccionarse. Sobre este tema recomiendo la película The Great Debaters,  dirigida e interpretada por Denzel Washington y basada en la verdadera historia de Melvin B. Tolson, un profesor universitario estadounidense que en los años 30 entrenó un grupo de debate en las artes de la oratoria.

¿Alguna técnica para escribir mejores discursos?

Sí: no olvidar nunca que, tal y como demuestran el profesor George Lakoff y el Premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, las personas pensamos fundamentalmente en términos de marcos y de metáforas. Y lo hacemos hasta tal punto que cuando los hechos no encajan en nuestros marcos mentales solemos reaccionar manteniendo los marcos en los que creemos e ignorando o distorsionando los hechos (esto es así porque los marcos están en las sinapsis de nuestro cerebro, en nuestros circuitos neuronales). Libros como The Political Brain (Andrew Westen), The Political Mind (George Lakoff) o Thinking, Fast and Slow (Daniel Kahneman) lo demuestran.

Sin una buena comunicación, sin buenos discursos políticos, no se puede ganar ninguna batalla política, aunque se tenga razón en los contenidos. Por eso, los debates políticos que apelan tanto a la razón como a la emoción, son decisivos. La pelea está más en entusiasmar que en convencer, en emocionar que en demostrar. Persuasión desde la emoción, más que desde la razón, pero sin desequilibrar demasiado la balanza entre la cabeza y el corazón. El objetivo es ser capaces de redactar discursos políticos que persuadan y que convenzan a un electorado cada vez más complicado de seducir, cada vez más informado a través de más canales de comunicación y cada vez más concienciado, más proactivo, a la hora de gestionar la información que recibe.