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James Bessen, economista y profesor de la Boston University School of Law, ha publicado en Harvard Business Review un informe en el que analiza el impacto del lobby en los beneficios de las empresas. Según su estudio, a partir de la primera década de 2000, invertir en lobby ofrece un alto rendimiento a las corporaciones.

Tras estudiar los márgenes de beneficios y los de inversión en capital y equipos de las empresas en las últimas décadas, Bessen determinó que mientras la inversión en I+D y en maquinaria ofrecía una rentabilidad muy alta a las empresas en los 90, en el año 2000 el alto rendimiento se dispara en las inversiones en lobby y en regulación. Según el profesor, por cada dólar gastado en lobby para lograr disminuir los impuestos, las empresas ganaron 220 dólares.

Como se explica en la publicación, parece lógico que al disminuir los impuestos, las empresas ganen. Sin embargo, también se ha demostrado alto rendimiento de la inversión en lobby cuando se tratan otros temas. Por ejemplo, hacer lobby para favorecer las leyes que aumentan los estándares de seguridad o de respeto por el medio ambiente puede impedir que otras nuevas empresas entren en el mercado, disminuyendo la competencia y aumentando el margen de beneficio.

También se analiza el impacto en las ganancias de la inversión en lobby relacionado con aquellas leyes que pretenden bajar los precios de un servicio o producto. En este caso, Bessen estudia la ley que intentó controlar los precios de la televisión por cable en Estados Unidos, aprobada por el Congreso en 1992. Según esa ley los operadores de cable debían reducir sus precios un 10%, sin embargo, los operadores se ocuparon de cambiar su oferta y su programación y consiguieron revertir el efecto al mismo tiempo que respetaban la ley.

Con estos ejemplos se demuestra que en muchos casos la inversión en lobby supone beneficios aunque se advierten dos cuestiones importantes. La primera, que hay identificados cinco sectores que controlan todo el margen de beneficio por su influencia política (farmacéutico y químico, petróleo, equipos de transporte y defensa, servicios públicos y comunicaciones). La segunda, la posible desigualdad que esta situación de influencia puede provocar (o seguir provocando) en el futuro.